Wednesday, August 02, 2006

ANDO BIEN “DROGUI”


Así decía mi mamá cuando le pedíamos alguno de esos lujitos infantiles: “Ahorita no porque tengo muchas drogas. Espérate a la quincena y ya veremos si se puede”. Pero el tema se volvía más escabroso cuando mi tía, la que siempre andaba bien bruja, le pedía dinero….

- Hermana, no seas chueca, préstame porque ando metida en unas drogas bien grandes.
- Ay, hermana, pues te prestaría pero yo también ando bien drogui, y no tengo dinero ahorita.
-Hijole, pues bueno, ya ni modo… no quería pero creo que voy a tener que ir al Monte (de Piedad) a empeñar las joyas que me dejo nuestra abuela…
- No, hermana, espérate. Habla con Carlos primero, a lo mejor él te presta.

Já. Si alguno de esos apuntaladores de lo que es políticamente correcto o incorrecto las hubiera escuchado… a mis hermanas, a mis primas y a mi, nos recogían los del DIF o los de la Asociación Protectora de Animales Domésticos, a la voz de ¡ya!

Curiosamente , y contra todo pronóstico, mi mamá y mi tía, verdaderamente, al usar esas expresiones tan comunes, no se referían al acto de ingerir o comerciar con drogas, aunque pareciera lo contrario.

Explico.

Tener drogas -conocido vulgarmente como andar “drogui”-, no significa estar metido en negocios con los narcos. En realidad se refiere al imperfecto estado de… “andar endrogado” o “endeudado”.

Sí. Como se lee. En-deu-da-do.

Y es que “endrogarse” o “endeudarse” es tan letárgico y adictivo como ingerir droga. Basta seguir los deseos del corazón y gastar en exceso para conseguirlos. Tal vez de ahí nació la expresión. De pagar de más por conseguir algo y entonces caer en un abrumador "endrogamiento” o en una inmensurable “adquisición de drogas”.

Muchas veces se me ocurrió pensar que “andar drogui” era una expresión mal empleada pero, ahora, pienso exactamente lo contrario. Así como es más fácil seguir consumiendo droga que dejarla; así es endeudarse. Es más fácil seguir gastando que abstenerse. Comprar es adictivo. El síndrome posterior a la compra es igual de satisfactorio que una droga en éxtasis. Las consecuencias, en ese momento, no importan. Lo que importa es el sentimiento de satisfacción. Ya el “después” es materia de preocupación para otro día. Así, endrogarse es, en efecto, algo como “drogarse” de satisfacción. El posterior síndrome de abstinencia ni siquiera figura en la mente cuando la adrenalina del deseo compulsivo de comprar alimenta nuestros pasos hacia la caja de cobro.

Endrogarse, por otro lado, también puede referirse al tema de tener muchas deudas o muchas drogas. Cada objeto adquirido a plazos se convierte, pues, en una droga más.

Y son este tipo de “drogadictos” los que dan su sangre al Monte de Piedad, la casa de empeño por antonomasia, en México. Algunos la visitan cada 5 de enero cuando aparecen los reyes magos a cobrar los encargos para los niños. Algunos otros, se someten a una transfusión cada semana. Curiosamente, este tipo de drogadicción no se ve. Es una enfermedad velada, una enfermedad de posesión compulsiva. Muchos de estos adictos son personas comunes como tú, como yo… ¡o como Winona Ryder!

Cabe mencionar que, no es lo mismo “estar endrogado” o “andar drogui” a “estar drogui”. La diferencia está en la conjugación y el verbo. Los dos primeros se refieren al efecto compra-deuda. Mientras que, estar drogui significa estar bajo la influencia de estupefacientes. Materia de persecución para otro artículo, pero no para este.

Ahora bien, ¿qué hace que uno se endrogue?

Algunos culpan a la necesidad cuando, en realidad, la soledad o el ocio son los verdaderos autores intelectuales. La posesión nos hace poderosos. Tenemos. Porque podemos. Sí, porque podemos –aunque en verdad no podamos.

Endrogarse es una forma de vida. Para muchos, es el pan nuestro de cada día.

En Estados Unidos la cantidad de ‘drogadictos’ es de temerse. Alrededor del 80% de la población “anglo”
[1] posee, al menos, una tarjeta de crédito y de este porcentaje el 50% tiene un saldo en contra. Curiosamente, sólo el 50% de la población hispana[2] tiene, al menos, una tarjeta de crédito pero el 75% de dicha población vive “endrogada”. Y no hay DEA que pueda detener esta ola de “drogadicción”, aún cuando sus canales de distribución son bien conocidos entre los bureaus de crédito.

La solución no es fácil.

Depende del individuo, de su entorno y de su posición en la Pirámide de Maslow. Si no, ¿cómo explicar que haya quien conduzca un Mercedes Benz con estómago franco y ego satisfecho? Pero como no sólo de deudas está hecho el mundo también hay quien no debe nada pero no tiene nada. Hay quien tiene de todo y no gasta. Y hay hasta quien tiene un balance "sano” y paga sólo cuando puede, sin excesos, sin tronido de dedos y sin perder el sueño. Estos, los menos, pasan por las tiendas como quien ve cocaína sin consumirla…

[1] http://moneycentral.msn.com/content/Banking/creditcardsmarts/P74808.asp
[2] http://www.commondreams.org/news2005/0519-13.htm

¿A DÓNDE…?


Para algunos será un tema intranscendente, para otros se trata de un tema económico… para mi es sólo una cuestión meramente misteriosa pero muuuuuuuuy intrigante.

Y es que estás ahí… frente a la ropa recién lavada… planchando y doblando, pero sabes que llegará el punto en el que tendrás que enfrentar la realidad… y es que nuevamente falta el par de uno o dos de tus calcetines favoritos…

Y la pregunta resurge…¿a dónde…a dónde se van los calcetines?

No he conocido hasta el día de hoy una mujer (u hombre) que después de lavar ropa encuentre los pares de calcetines C-O-M-P-L-E-T-I-T-O-S.

Seguramente tú también te lo has preguntado… y es que cada vez que meto una carga a la lavadora pido, suplico, ruego, que mis calcetines no se pierdan… pero estoy convencida de que un monstruo come-calcetines vive dentro de mi máquina lavadora…y no sólo eso, sino que cobra vida cada vez que le doy “encendido” al ciclo de lavado… porque ni desarmando el armatoste los encuentras…Ni al monstruo, ni a los calcetines.

A pesar de que me aseguro que entran en pares… aunque los cuente… dos, cuatro… seis calcetines… ¡tres pares!…sé, con todo y mi dolor, que saldrán nones… Y es que dentro de la lavadora se desafía todo principio matemático… señores…entran dos…PERO no necesariamente salen dos.

¡Vamos! Hasta me he ingeniado métodos para evitar su perdida…los he cosido con hilo…¡nada! Al salir…ni el hilo está. Algo más sofisticado como poner un botón que los mantenga atados… y, bueno, pues lo único que me ha quedado es el recuerdo de un botón destrozado al fondo de la lavadora y ¡ni luces de mis calcetines!

Lo más curioso es que esto no es privativo de una cultura en específico… les pasa a los americanos, a los españoles, a los mexicanos y hasta a los alemanes, tan perfectos ellos. El monstruo come-calcetines es un verdadero desafío a la lógica. Nadie sabe cuándo nació (seguro que con la lavadora… así como uno de esos virus que nacieron con las computadoras)… todos sospechamos dónde vive…pero nadie lo ha visto hasta hoy… Es rival anónimo del monstruo marino de Loch Ness y Pie grande… que, a su lado, se convierten en débiles mitos ya que, este ser invisible e indetectable convierte nuestra lavadora en un verdadero Triángulo de las Bermudas donde sólo los calcetines son víctimas del mejor acto de desaparición.

¡Sí! El monstruo come-calcetines vive activo en cada máquina y le gustan…no, corrección, le encantan…. todos los calcetines. Grandes, pequeños… rojos, rosas, verdes… con borlas, lisos… de seda, o algodón… de talón o tobillera… sucios o medio sucios… a todos los devora por igual. Este monstruo es el mejor ejemplo de buen diente… y es que come lo que sea, siempre y cuando ese objeto sea un sabroso “calcetín” depositado en un caldo jabonoso dentro de una máquina lavadora.

Lo malo de que este monstruo decida comerse tus calcetines es que, a fin de mes, y con la esperanza de que aparezcan en la siguiente carga de ropa, ya has juntado una cantidad considerable de calcetines sin pareja… y el día que decides deshacerte de ellos… ¡VOILÁ! Aparece, así de la nada, alguno de los pares perdidos…¡Qué frustración!

No importa lo que hagamos…no hay manera de desafiarlo y ganar. La pregunta será eterna. Generaciones irán y vendrán pero todas se preguntarán…¿a dónde…a dónde se van los calcetines?

Por cierto…¿ya checaste cuántos calcetines te faltan esta vez? A mi, sólo uno…¡Yupi!


PARA EMPEZAR EL AÑO CON EL PIE DERECHO… DICEN

A unos cuantos días de terminar 2004, me detuve a pensar en todo lo que había sucedido este año y francamente estaba preocupada pues ESTE fue lo que yo llamaría un año “amnésico”, de esos que no te quieres ni acordar. Así que me di a la tarea de prepararme “concienzudamente” para tener un año 2005 más…”decente”. Así, y con razones de sobra, salí armada de papel y lápiz en búsqueda de los mejores consejos, de esas prácticas mágicas o no, eso que no puede uno dejar pasar esa noche para que la Buena Fortuna nos sonría toooodo el año.

Empecé muy bien…pero, conforme pasaron los días, la lista se hizo interminable y decidí salomónicamente que iba a empezar por ver qué es lo que realmente necesitaba para este año…

Y enlisto.

Para pedir doce deseos, 12 uvas, sin semilla, para poder comerlas más rápido conforme dieran las campanadas de la medianoche. HEB, aquí te voy…¡Diógenes! Pero ¡qué caras están las tristes uvas!

Para atraer las buenas energías: ropa interior amarilla. Y ahí voy al Wal-mart (digo, sólo la pienso usar UNA noche y no se trata de darle al traste al presupuesto).

Para el amor: ropa interior roja... ¡Ah, esta sí, a Victoria Secret…! Digo… rojo es passion… no lo olviden. Hay ciertas cosas en las que no hay que escatimar. (Y si no me creen, pregúntenle a Andrés García cuánto pagó por su “bombita”…)

Para llamar al dinero, muchos billetes en la mano…Jejejeje…10 dolaritos de a billete de dólar y seguro da el gatazo.

Para viajar y viajar: salir a darle la vuelta a la manzana con unas maletas justo a las doce de la noche. Ok…La vamos a pasar en casa de mi prima…ella debe tener aunque sea una bolsa de mano…¿no?

Paz y Buena suerte serán atraídas al hogar colocando adornos de espigas… en el jardín tengo unas espiguitas… secas… ¿o servirán mejor unos cáctus?

Para eliminar las envidias y malas vibras: hay que barrer la entrada de la casa. Apuntado.

Armonía todo el año: Velas. ¡Ufff…! De esas sí tengo. Ok…Ya está.

Salud, amor y dinero: Tres piedras. Una por cada ‘bondad”. Todavía no sé qué debo hacer con ellas… pero, ¡ya averiguaré!

Purificar el alma: Baño de esencias… ¿En casa de mi prima? Hmmmmm…. Yo creo que la purificación puede esperar un día… ¡Ah! Dicen que tiene que ser antes del “facto”…ok… Entonces antes de la pachanguiux, pues. Con rosas para atraer el amor, con sándalo si quieres retirar las energías negativas, con romero si quieres paz… pues…¡a mezclar se ha dicho!

Hasta este momento tenía todo lo necesario, según yo, para empezar un año… esperanzadamente positivo.

Y como no hay fecha que no se cumpla, ni plazo que no se agote… El 31 de diciembre llegó.

Sí, lo adivinaron, todo empezó con un regaderazo rápido pues ya se me había hecho tarde…el agua de esencias tuvo que quedarse ahí reposando pues a mí ya no me daba tiempo más que de preparar a Gabrielito y salir corriendo con las viandas… Ah, pero la ropa interior… decisión importante, qué color usar primero… ¡la roja! Que la passion va “first” o sea primero… y, encimita, el amarillo mata-pasiones.

Una cena deliciosa, música, conversación, muchas sonrisas, mucha buena voluntad y buenos deseos; pocos en vivo, muchos distantes, pero todos unidos por el amor y la amistad… verdaderamente una velada tranquila y “armoniosa”.

Y, como dice la canción, nos dieron las doce…

Unos segundos antes, saqué mi listita, sigilosamente por aquello de las miradas inquisidoras, y esperé pacientemente. Al desesperado sonar de las campanadas de la medianoche, entre abrazos de júbilo, empecé a tragarme “literalmente” las uvas o no me las terminaba... por equivocación mordí una de las rocas que eran para recibir las bondades y sólo oí el crac del nuevo diente postizo… uuuups…una bondad menos, espero que no sea la de la salud. A maletas no llegamos y mucho menos a bolsa de mano, entonces salí con unas bolsas del HEB … al menos muchos viajes al supermercado sí que haré. Y aproveché para barrer la escalinata… con las suelas de los zapatos… en efecto: ¡un verdadero DESASTRE!

En fin, tras hacer una recapitulación sobre los acontecimientos he llegado a la conclusión de que, para el año entrante, me olvido de uvas, rocas y fórmulas mágicas y mejor me inscribo a… ¡un buen curso de Feng Shui!